Dicen
que cada persona es un mundo…y los niños no son menos. Hay principios
universales en el mundo del puerperio que contienen muchas excepciones; vamos,
casi tantas como reglas generales. Así, eso de que “el baño es el mejor momento
del bebé, es un rato para disfrute del bebé y de los padres”. Nosotros hemos
pensado hasta en poner un trampolín a Emília a ver si se anima más, o incluso
ponerle manguitos, pero la verdad es que hasta la fecha, el instante en que la
nena entra en contacto con el agua es como estar viendo la escena de la ducha
de Psicosis, con su musiquita y todo. Se pone a berrear cual pasajero del
Titanic a punto de hundirse y no hay manera; ya podemos prepararle una
atmósfera agradable, hablarle en tono dulce, susurrarle, cantarle cancioncitas
como rezan los manuales al uso…nada. Y encima, si algún amigo te dice que su
hija con días buceaba y que sacaba la naricita para tomar aire, después de
hundirte en la miseria, al poco uno remonta y acaba pensando: : “A ver si va a
ser que a la niña lo que le pasa es que quiere unas gafas de bucear…”.
Supongo
que será cosa de tiempo, pero eso sí, es sacarla del agua y arrullarla, y pone
la misma cara de un náufrago recién salvado por los equipos de rescate con su
carita de agradecimiento y resoplando en tono de “uff, ha faltado poco”. No sé
si los bebés son muy expresivos (por eso de “dicen que” y “todos los bebés”),
pero nuestra Emília pone caras que hablan por sí solas, se le pueden leer las
miradas a una legua vista.
Para
nosotros, el mejor momento del día, igual que para ella, es el momento justo
después del baño. La niña se queda relajadísima. Ahora falta adelantar ese
momento cinco minutos antes; todo se andará. La madre y yo estamos analizando
las circunstancias del caso cual brigada especializada, y creo que lo que nos
falta es tiempo para ir adaptándonos y un poquito más de paciencia.
Otro
tema de interés es el momento de dormirse. La doctrina mayoritaria se inclina
por pensar que, o bien el bebé debe dejarse medio adormilado en la cuna para
que se acabe de dormir solo, o bien el bebé debe dormirse solito en la cuna;
nosotros seguimos la teoría alternativa según la cual nuestra hija como mejor y
casi únicamente duerme en la cuna es, dejándola dormida profundamente. Y eso
que ya hemos superado la fase en que la dejábamos dormida en la cuna y, al
contacto con la sábana, abría los ojos como platos, se ponía tiesa como el palo
de una escoba y empezaba a relinchar. Uno se siente en ese momento como si
estuviera dejando a su hija dormir en la cama de un faquir; ni que las sábanas
llevaran esencia de pinchos…De lo que no se me acaba de recuperar el corazón es
de la sensación cuando, tarareando alguna cancioncilla o silbándosela dulcemente,
acunando a la nena suavemente, ojitos cerrados, brazos caídos de relax…y de
repente, al dejarla en la cuna, abre los ojos como en esas películas de miedo
en que a alguien se le da por fiambre y en el momento menos esperado despierta;
pero, como digo, esa fase la vamos superando.
Todos
cuentan maravillas de sus hijos, y la verdad es que el amor de madre y de padre
no tiene parangón. Pero rascando un poquito por debajo de tanta bondad, el que
más y el que menos en algún momento nos hemos desesperado siquiera un pelín.
Pero qué bonitos son nuestros hijos…