sábado, 21 de julio de 2012

Un día de guardia y otras hierbas

       Un día de guardia suele empezar con un cortado leche leche (lo que viene a ser un café bombón con leche). A partir de aquí, el resto es una incógnita.

       Podemos encontrar de todo; cuando digo de todo, me estoy refiriendo a “de todo”. Desde la vecina que no está mucho en sus cabales pidiendo órdenes de alejamiento a discreción, a la pareja de relación tormentosa que judicializa su relación “por amor” o mejor dicho, por desesperación a instancias de la mujer porque la ley la ampara pero lo bien cierto es que ambos son de “aúpa” y más apropiado sería dar un buen escarmiento a los dos, máxime teniendo en cuenta que hay hijos menores de por medio que lo que más recordarán el día de su cumpleaños no es la tarta que le preparó mamá, sino las tortas que se repartieron entre sí sus padres.

       Nos podemos encontrar con el “chorizo” que intenta hacer ver la existencia de un complot mundial contra él, a pesar de haber sido pillado de forma flagrante saliendo de la habitación de un hotel con unas tijeras con la punta doblada de forzar cerraduras y objetos personales de los moradores en sus bolsillos. También podemos encontrarnos frente a un antiguo homicida (¿Quién mata a otro es siempre un asesino, o cuando salda su deuda con la sociedad deja de serlo? Los antecedentes penales se cancelan con el tiempo, pero con los antecedentes sociales no me queda tan claro) que recién ha rebanado una oreja a un semejante sin despeinarse, tan seguro de sí mismo él, y tan fuera de sí una hora después debido al “mono”.

       Pero lo de los calabozos es para hacer una visita de vez en cuando, y eso es algo que procuro hacer (alguna crítica he recibido por ello). Todos somos muy hombres, muy mujeres, muy valientes y demás, pero en calabozos uno encuentra mucha miseria humana. He visto delincuentes bajo el síndrome de abstinencia dar botes que ni la Ruth Beitia (recién campeona de Europa de salto de altura), o corriendo más que un hámster en una pequeña jaula. Esto de cómico tiene bien poco, porque esta gente no quisiera estar así. También he visto a chicos descalabrarse en sentido literal contra la pared a cabezazo limpio.

       Uno no puede ser ajeno a ello, por mucho que quiera. Cada uno tenemos nuestra misión, pero no puedo dejar de preguntarme cuál es la diferencia entre ellos y yo. Estamos cada uno a un lado de la reja, esa es la principal a bote pronto. Seguramente yo he tenido la fortuna de encontrarme con un camino sin tantas espinas o con más florecillas. No puedo dejar de empatizar para ser un poco consciente de lo que se vive al otro lado de la reja, porque desde la comprensión todo fluye de otra manera. Tengo claro que no voy a reconducir a todos los “chorizos” del mundo, ni voy a deshabituar a todos los drogadictos (que no es que no quiera). Me considero un poco parecido al colibrí a quien preguntan los animales del bosque cuando un incendio está arrasando su bosque, mientras huyen, que qué hace que no se marcha (el colibrí se afana en echar agua a las llamas, al ritmo de una gotita cada vez aproximadamente): “Yo hago lo que me toca”, contesta el pajarillo convencido y concienciado de que él está cumpliendo con su parte.

       Ahora que está tan de moda que unos políticos de medio pelo retuerzan el sistema educativo ya de por sí bastante vapuleado, por el mero hecho de haber ganado unas elecciones y tener que desmontar lo que hizo el otro (que a su vez procuró desmontar lo que aquellos hicieron según este mismo modo de proceder cíclico y ridículo), uno se plantea que en vez de procurar por todos los medios que las nuevas generaciones sean tontas de remate y por ello muy manipulables, y que sólo puedan llegar a formarse adecuadamente los cachorros de los pudientes, mejor nos iría ocupándonos por formar a los estudiantes en materias útiles. Si ahora mismo tuviera que hacer la raíz cuadrada de 45, reconozco que sin la calculadora del móvil me vería en un aprieto. Ello, por no decir calcular una diferencial o una integral. Si de letras hablamos, puede que me costara sacar algún autor de la generación de 27 o del 98, o que me bailaran las fechas de la Revolución Francesa o el nombre de algunos reyes medievales. Pero ello no importa porque siempre puedo echar mano de una enciclopedia o de “san google”, a pesar de que no deja de ser cultura y que está muy bien saber todo eso.

       Pero, ¿por qué no nos formamos en valores, en educación emocional, en saber pensar por nosotros mismos? En Alemania se educa a los chavales en emociones, se intenta que tengan una educación emocional consistente, y en los países nórdicos (Finlandia, por poner un ejemplo) existe un núcleo duro en Educación al que los políticos, sus alternancias y sus vaivenes electorales están ajenos de todo punto. Son los educadores, los alumnos y sus padres quienes dicen y dejan de decir al respecto, de la mano de una comisión de expertos.

       ¿Tanto costaría poner un par de asignaturas (que no fueran “marías”) que tuvieran por finalidad hacer pensar por sí mismos con consciencia y actuar con corresponsabilidad y solidaridad con el semejante? Entiendo que de donde no hay no se puede sacar, y un dirigente que sólo se ocupa de escalar puestos políticos, meter el dedo en el ojo al adversario y llenar sus bolsillos si puede ser a manos llenas, poco tiempo le queda en pensar en los demás (salvo para machacarlos, véase así). Hasta a eso me llega la comprensión; caramba, pero al menos no impidan actuar a quienes realmente queremos hacer algo…

       Al fin y al cabo el hombre tiene vocación de vivir en sociedad, y en los tiempos que corren puede que el populacho nos vayamos o sigamos organizándonos y consigamos aquello que no es propio. Por poner un ejemplo, yo llevaría a los chavales preadolescentes y adolescentes a un centro penitenciario, o los haría pasar por unos calabozos. Puede que ver a chicos que con poco más de veinte años (aparentando más de cincuenta) que son auténticos desechos sociales y con las puertas de la vida digna en sociedad cerradas a cal y canto cumpla una finalidad de prevención especial, esto es, puede que les haga pensar en que cuando le dan la primera calada al porro o compran éxtasis líquido por internet, estén empezando a redactar su condena a muerte y se lo piensen dos veces. Porque los chavales no son conscientes de todo ello. Si los indicadores apuntan a que nuestra juventud es de las más mal encaminadas a nivel europeo (Europa, esa gran mentira…), en vez de ponerles la pierna encima para que no levanten cabeza (sí, yo también seguí el primer Gran Hermano) más nos valdría poner un granito de arena si quiera para que puedan decidir por sí mismos el camino a elegir pero con CONSCIENCIA.

       Cuando se habla de generación perdida y de deposiciones similares me da mucho coraje, porque no se habla de posibilidades y de materializar las mismas. Hay muchas cosas que a uno lo pueden dignificar día a día, y que a pesar de que muchas jornadas amanezcan gris oscuro, desde nuestro nivel de persona humana individual, podemos hacer muchísimo para que nuestra vida en sociedad sea óptima. Pero para ello es preciso que tomemos conciencia y que cada uno de nosotros aportemos lo mejor de uno mismo.